Este año ha sido pesaroso para las letras mexicanas y universales. Se nos fueron muchos de los grandes maestros, de la gente querida que uno aprende a amar a través de sus libros. Anoche precisamente pensaba escribir algo sobre Ana María Matute, quien a sus 88 años falleció el 25 de junio en Barcelona. Pero no lo haré, por lo menos no hoy, porque acabo de recibir una noticia devastadora: La escritora regiomontana Dulce María González, entrañable y admirada compañera de letras, falleció en su ciudad que tanto amaba, el 11 de julio del presente año. Se nos fue a destiempo, en un inusitado giro del destino que marcará para siempre a su familia y a sus amigos. Conocí a Dulce cuando ambas éramos muy jóvenes, ella formaba parte del grupo literario La Mancuspia, y leí por primera vez su poesía en la famosa publicación de nombre parecido, Papeles de la Mancuspia. A partir de ahí trabamos una amistad a veces literaria, a veces personal, de mucho tiempo. En el 2007, cuando acababa de salir mi libro Miércoles de Ceniza, ella lo presentó en la Feria del Libro de Monterrey. Hizo, como siempre, como era ella, una presentación sobria, donde habló de la importancia de la figura paterna en la vida de las escritoras. Después, en privado, me diría lo importante que había sido su padre en su desarrollo literario. No sé cómo hacerle justicia, no sé cómo expresar todo lo que Dulce fue. Sé que su obra hablará eternamente por ella. Empezó escribiendo poesía, haciendo después y con éxito, incursiones en la novela y el ensayo, regresando finalmente a la poesía, a mi juicio su origen verdadero. No sé cómo decir que era generosa, porque lo era, en un mundo y un medio en el que bien pocos lo son. No buscaba el reflector, ni llamar la atención, ni las conexiones influyentes. Dulce era Dulce a solas, con sus libros, con su escritura, con sus talleres y sus alumnos. Dulce era en su vida tremendamente literaria, tremendamente luminosa, se tomaba en serio la escritura, pero no hacía de ella un show business. Si pudiera aconsejarle a mis alumnos qué modelo seguir como escritores, definitivamente la escogería a ella. Porque Dulce amaba la literatura, no el espectáculo literario. Quienes la conocimos y admiramos no volveremos a ser los mismos sin ella. Dulce querida, gracias por tu admirable jornada.
La poeta estadounidense Maya Angelou falleció el pasado miércoles 28 de mayo a los 86 años de edad. Escritora, poeta, luchadora social y en sus inicios bailarina y conductora de tranvías, entre muchos otros oficios, fue una de las voces más importantes de la literatura estadounidense, expresando de manera valiente y desinhibida la realidad de los africano-americanos en este país, en una época en que no se podían decir muchas cosas. Su poema "Sé por qué canta el pájaro enjaulado", lleva uno de los títulos poéticos más bellos y enigmáticos, por lo menos desde mi parecer, aunque el verso no es original de Maya, pues ella lo tomó de un verso del poema "Sympathy" del poeta africano-americano Paul Laurence Dunbar. Controversial, aguerrida, temeraria, Angelou supo cantar desde las rejas hasta que las rompió. Como un pequeño homenaje a esta mujer de la que aún queda mucho por decir, particularmente desde nuestra tradición literaria, les dejo con una traducción libre que hice de su poema. SÉ POR QUÉ CANTA EL PÁJARO ENJAULADO
El pájaro en libertad salta sobre el lomo del viento y flota río abajo hasta donde cesa la corriente y zambulle sus alas en el naranja de los rayo solares y se atreve a reclamar el cielo.
Pero el pájaro que acecha desde su angosta jaula, raramente ve a través de las rejas de su rabia, cortadas sus alas, atadas sus patas, abre la garganta para cantar. El pájaro enjaulado canta con trino temeroso a lo desconocido que aún añora y su melodía se escucha en la lejana colina, pues el pájaro enjaulado canta a la libertad.
El pájaro libre piensa en otra brisa y en el suave oficio del viento entre los suspiros de los árboles y en los gusanos gordos que esperan en el alba brillante de algún césped y reclama el cielo para sí.
Pero el pájaro enjaulado permanece en la tumba de los sueños, grita su sombra un clamor de pesadilla, sus alas cortadas y sus pies atados, abre la garganta para cantar. El pájaro enjaulado canta con trino temeroso a lo desconocido que aún añora y su melodía se escucha en la lejana colina, pues el pájaro enjaulado canta a la libertad.